Pero ¿a qué se debe el cambio climático?
Las emisiones de dióxido de carbono son el principal causante detrás del deterioro de la capa de ozono. Y es que, desde la era preindustrial, estas han aumentado de forma significativa, alcanzado un máximo histórico en 2019. El cese durante meses de la actividad industrial debido a la pandemia de COVID-19 ayudó a disminuir el volumen de CO2 enviado a la atmósfera un año después, pero esto no duró demasiado tiempo. Con el paulatino regreso de la nueva normalidad, las emisiones no solo volvieron a incrementarse, sino que se situaron además no muy lejos de los niveles previos a la crisis sanitaria. En concreto, se emitieron globalmente más de 39.000 millones de toneladas métricas en 2021, lo que sigue contribuyendo a que la concentración atmosférica de este gas de efecto invernadero no deje de subir.Ahora bien, a la hora de señalar un potencial culpable detrás de dichas cantidades no es difícil que la mente viaje automáticamente hacia Estados Unidos. Pero si bien el país norteamericano es el segundo mayor contaminante del mundo, no alcanza ni mucho menos los niveles de China. El gigante asiático fue responsable en 2020 de cerca del 33% de las emanaciones totales de CO2. Estos datos no sorprenden si se tiene en cuenta que no solo se trata de la nación más poblada del mundo y del mayor consumidor de carbón, sino que Asia-Pacífico es, precisamente, la región de la que proceden anualmente la gran mayoría de gases de efecto invernadero.
Eso sí, otras acciones humanas como la sobreexplotación del suelo agrícola para abastecer la cada vez mayor demanda de alimentos del mundo desarrollado o la deforestación son asimismo fuertes contribuyentes al calentamiento global. La tala y quema masiva de árboles, por ejemplo, devuelve a la atmósfera el carbono almacenado en su madera, a la vez que altera el ciclo hidrológico y la evapo-transpiración de los que forman parte los bosques. Esto genera un ambiente más seco y reduce las lluvias, lo que favorece la desertización y ralentiza aún más la regeneración de la capa de ozono.
La acción global contra el cambio climático
Pero si bien es cierto que todavía queda mucho trabajo por hacer, también lo es la cada vez mayor concienciación medioambiental de la población, especialmente entre las generaciones más jóvenes. El auge reciente de las energías renovables con una inversión mundial que en 2021 superó el umbral de los 360.000 millones de dólares, o las diferentes políticas gubernamentales para potenciar el uso del transporte público son claros ejemplos de ello.Concretamente, Europa parece haberse convertido en los últimos años en baluarte de la lucha global contra el cambio climático. No en vano, la comunidad europea es uno de los grandes precursores tanto del Protocolo de Kioto como del Acuerdo de París -primer acuerdo global y jurídicamente vinculante sobre este tema que invitaba a los países a formular y presentar en 2020 estrategias claras de desarrollo a largo plazo-. Es más, 14 de los 20 países con mayores logros en protección climática según el Índice de Desempeño del Cambio Climático son europeos. No solo eso, la Unión Europea en su conjunto también logra pasar el corte con una puntuación de índice por encima de 59 puntos. Este índice mide y evalúa las promesas y objetivos para 2030 en materia de emisiones, energías renovables y uso energético, así como analiza el desempeño actual de 57 Estados y de la Unión Europea; todos ellos responsables de más del 90% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Dentro de la acción global contra el cambio climático se encuentran las diferentes cumbres del clima que se vienen celebrando anualmente desde 1992. Las más reciente, que tuvo lugar en Glasgow en noviembre de 2021, dejó en clara evidencia que no se está haciendo suficiente. De hecho, de la COP26, que culminó con un acuerdo unánime alcanzado un día más tarde de lo previsto que no vincula legalmente a ningún país en concreto, surge el llamamiento a las cerca de 200 naciones representadas en la ciudad escocesa a aumentar sus planes climáticos para 2030 en el próximo año, haciendo especial hincapié en la reducción gradual del carbón y las subvenciones a los combústibles fósiles aunque sin fijar ningún plazo para ello. Además, los países desarollados se han comprometido a duplicar los fondos destinados a la adaptación de los Estados más pobres en 2025, a lo que se une el establecimiento de los cimientos de un nuevo instrumento de ayuda internacional drigido a los países con menos recursos que se vean golpeados por aquellos fenómenos extremos relacionados con la crisis climática.
En noviembre de 2022 tiene lugar en Egipto la edición número 27 de la Conferencia de las Partes (COP). Entre los temas a debate en las diferentes mesas redondas se incluyen el desarrollo del hidrógeno verde, la seguridad hídrica y alimentaria, la consecución de una transición energética justa hacia las energías renovables y las comunidades vulerables. Dentro de este último punto se encuntra la inclusión en la agencia formal de las compensaciones a los países más afectados por el clima y las consecuencias de este, algo en lo que trabaja la nación anfitriona después de que Estados Unidos y la Unión Europea rechazaran las peticiones de un fondo para contrarrestar dichas pérdidas en la cumbre anterior.