Desde su aparición por primera vez en el siglo XVII en París, el transporte público no ha dejado de desarrollarse, ganando cada vez mayor popularidad. Autobuses, metros, tranvías y más recientemente los diferentes modelos de micromovilidad como bicicletas o patinetes eléctricos cuentan actualmente con alrededor de
. Pero estos no solo se han convertido en aliados de la población, especialmente en las grandes ciudades, sino también del medioambiente. Y es que, el uso de estos medios de transporte permite la descongestión del tráfico y, por ende, reduce las
. No sorprende así que numerosos gobiernos hayan instaurado políticas para potenciar su utilización, recurriendo incluso a la restricción del acceso a los centros urbanos de los vehículos más contaminantes.
Transporte público: ¿qué y dónde?
Ese es el caso de muchas ciudades europeas. No en vano, son precisamente los países del Viejo Continente los que cuentan con una
mayor penetración del transporte público, con Líbano, Bangladés, Singapur y Armenia como los únicos Estados ajenos a la región presentes dentro del top 15. Ahora bien, si se habla de sistemas específicos de este tipo de transporte los datos varían de forma considerable. Y es que, mientras que en Europa hay un claro predominio de los servicios ferroviarios metropolitanos —solo en Madrid se realizan de media más de 300 millones de viajes en metro cada año—, en América Latina la batalla la gana el autobús. En conjunto, el
autobús de tránsito rápido (BRT) registra a día de hoy cerca de 19 millones de pasajeros diarios dentro de las fronteras latinoamericanas. Llama la atención especialmente Río de Janeiro, que dispone sin duda de la red de metrobús más concurrida, con una demanda anual superior a los 1.000 millones de pasajeros.
El auge de la micromovilidad
En los últimos años, no obstante, los sistemas locales de transporte público a nivel global han ido añadiendo opciones distintas a las tradicionales que parecen gozar de creciente aceptación entre la población. Así, patinetes eléctricos y
bicicletas han pasado a ser parte cada vez más frecuente del tráfico urbano, especialmente a partir de la pandemia de
COVID-19. La mayor sensación de seguridad frente al virus que aportan estos vehículos ligeros al evitar las aglomeraciones habituales de autobuses y metros fue, precisamente, uno de los grandes
incentivos para el uso de la micromovilidad en el mundo en 2020, si bien no fue el principal. La mayoría de los usuarios se decantó por esta alternativa por un simple hecho: permitía llegar a destino más rápido que caminando.
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