España se ha convertido en uno de los países más afectados y en el principal foco europeo de contagio, solo siendo superado en número de infectados por Estados Unidos. El país registró el primer caso de COVID-19 a finales de enero de 2020, cuando un turista alemán dio positivo en la isla canaria de La Gomera. Los casos de coronavirus aumentaron rápidamente desde entonces, lo que generó preocupación en la comunidad médica y política, así como entre la población. La alarma fue tal que, en respuesta al creciente número de contagiados y fallecidos, el Gobierno de Pedro Sánchez decretó el estado de alarma sanitaria el 15 de marzo de 2020, imponiendo un bloqueo nacional e instando al aislamiento y distanciamiento social para combatir el brote.
Ahora bien, la COVID-19 no se propaga de forma uniforme en todo el país, con algunas regiones significativamente más afectadas que otras. Así, el virus se propagó particularmente rápido en la Comunidad de Madrid, que no tardó en convertirse en el epicentro del brote dentro del territorio nacional. La velocidad inesperada a la que la enfermedad se estaba extendiendo en la capital española durante los primeros días de marzo fue tal que condujo a una abrumadora cantidad de ingresos de pacientes en los hospitales madrileños.
Además de las medidas tomadas por el Ejecutivo para tratar de frenar el avance del nuevo coronavirus, muchas instituciones educativas y lugares de trabajo implementaron una serie de medidas preventivas, como proporcionar desinfectantes para las manos o promover el teletrabajo, aun cuando en un principio solo el 4% de las empresas cerraron sus puertas por completo. El 12 de marzo de 2020, todas las comunidades autónomas españolas ordenaron el cierre de las escuelas por un período de al menos dos semanas.
Por su parte, los ciudadanos son conscientes de que la situación es grave y de que es necesario actuar en consecuencia. Alrededor del 60% de la población ha elevado sus estándares de higiene e, incluso antes del estado de alarma, cerca de la mitad de ella evitaba las multitudes para combatir el avance de esta enfermedad. España, además, tiene una baza de la que carecen otros países de su entorno, su sistema sanitario, y los españoles lo saben. No sorprende, por ello, el nivel de confianza de la población en sus centros de salud, médicos y enfermeras. Casi el 80% de la población afirmó estar seguro de que la sanidad española está bien preparada para enfrentar con éxito este desafío.
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