Pandemia, colapso y nuevo orden económico mundial – Datos estadísticos
COVID-19: el origen de la desgracia
A partir de la notificación del primer caso de coronavirus en la ciudad china de Wuhan (la capital de Hubei) una fría mañana de diciembre de 2019, nada ha vuelto a ser lo mismo. Su origen incierto, su alta contagiosidad y la fuerte presión para la inoculación de una serie de vacunas contra la COVID-19 —cuyos efectos secundarios a medio y largo plazo no han sido testeados— son sólo algunos de los argumentos fortalecedores de la teoría del diseño genético del SARS-CoV-2 con el fin de mermar la población del planeta Tierra. De hecho, más de una vez ya se había alertado de que el vertiginoso crecimiento de esta —fruto de las deficientes políticas de anticoncepción y de una elevada esperanza de vida— conduciría a una inminente escasez global de recursos.
Crisis energética
La subida general de las tarifas eléctricas registradas a partir del ultimo semestre de 2021 está condicionada principalmente por cuatro factores:
- Los derechos de emisión de CO2.
- Revalorización —especialmente debido a la guerra ruso-ucraniana— del uranio , el gas natural y el petróleo (utilizados como sustitutos del carbón para producir energía).
- Crecimiento de la demanda como resultado de la reapertura de los mercados.
- Altos costes del transporte y posibles disrupciones en los suministros que perjudican especialmente a los países con mayor dependencia energética.
En el día a día, esto se traduce en un incremento de los costes, lo cual obliga a las empresas no solo a encarecer los precios de venta para obtener beneficios, sino también a paralizar temporalmente la producción para equilibrar sus balances presupuestarios. Por su parte, los hogares, golpeados por la inflación, se rascan el bolsillo para pagar las facturas. Y todo ello en el mejor de los casos. En el peor, todo apunta a que en el futuro podría vivirse uno de los episodios más trágicos de la historia energética desde que arrancara la Revolución Industrial: un gran apagón.
Falta de suministros
Desde 2021 se ha venido experimentando una escasez de suministros, primero de bienes tecnológicos y chips semiconductores procedentes de Asia (primordialmente de China), luego de productos textiles y, en una última vuelta de tuerca, de alimentos. En este sentido, varias son las causas que se esconden detrás de esta carestía:
- Crisis comercial entre Estados Unidos y China. Este último ha vetado las exportaciones de artículos hacia Estados Unidos, especialmente tecnológicos y chips semiconductores, como respuesta a las sanciones comerciales previamente impuestas por el país norteamericano.
- Fin del acuerdo de exportación de cereales del Mar Negro, que permitía a Ucrania exportar grano a pesar de la difícil situación diplomática y geoestratégica generada por la guerra ruso-ucraniana. Esta carestía de cereales, aceites y otros artículos ha desembocado en una subida desorbitante del precio de varios productos alimentarios. El fin de este acuerdo puede tener consecuencias catastróficas especialmente para los países africanos.
Crisis inmobiliaria
El sector de inmobiliario chino es uno de los más inestables dentro de la economía nacional del país y esto resulta inquietante tanto dentro como fuera de sus fronteras, ya que este representa más de una cuarta parte del mercado inmobiliario mundial —situándose incluso en relevancia por delante Estados Unidos y Japón—. No hay que olvidar que a la crisis que venía arrastrando el Grupo Evergrande durante el último lustro (con anuncio de liquidación a finales de enero de 2024 incluido ), se suman ahora los recientes problemas financieros atravesados por Country Garden y Sunac, que acumulan unas deudas offshore de más de 14.000 millones y 9.000 millones de euros respectivamente.
Si los abonos de estas deudas no se se llevan a cabo, los tres principales bancos chinos tenedores de la deuda (el Banco Comercial Industrial de China, el Banco Agrícola de China y el Banco Minsheng) se resentirán al igual que también lo harán las entidades financieras en Occidente, debido a que China está intrincadamente vinculada a los sistemas financieros globales. A largo plazo, el colapso del sistema inmobiliario del gigante asiático podría generar un debilitamiento o incluso un cataclismo global en el mercado inmobiliario y bursátil, que quedaría a merced de un grupo reducido de gestoras de inversión.
La falta de dinero para afrontar el déficit público sería el siguiente eslabón de la cadena que, llevado al extremo, se traduciría en un aumento de los impuestos, una inflación galopante y un posible embargo de un porcentaje de los ahorros de los hogares. Dicho de otra forma: el colapso global de las economías y los mercados. Llegado ese momento cabrá plantearse una pregunta: ¿es el Gran Reseteo la solución?