Antiguas soluciones para nuevas exigencias
2020 no ha sido un año fácil desde el punto de vista económico. La pandemia de COVID-19 ha puesto contra las cuerdas tanto a países con economías estructuralmente debilitadas como a aquellos con sistemas financieros saneados. Asimismo, la reducción del poder adquisitivo de las familias como resultado de la pérdida de empleos y unos elevados niveles de inflación, sumado a la incipiente carestía de bienes de consumo generada por la crisis energética, la ralentización de la producción y la escasez de semiconductores plantean un escenario donde la compra de productos usados se convierte en una solución plausible para ahorrar tiempo y dinero.Ahora bien, el factor económico no es el único que desempeña un papel relevante. A la hora de escoger, los consumidores ya no se conforman con obtener un bajo precio a cambio de pagar un alto coste ambiental. Además, a los fabricantes y marcas se les exige ahora, por ejemplo, una producción respetuosa con el medio ambiente o la utilización de materias primas recicladas. Pero ¿qué pasaría si en vez de adquirir un producto nuevo, se optara por uno ya usado, aunque en buen estado? No solo se evitaría que aterrizara en un vertedero, sino que también se ahorraría un proceso de producción completo. Aquí es donde radica el encanto de la filosofía de la segunda mano: libarse de lo que ya no sirve y darle una nueva vida, a la vez que se contribuye a la preservación del medio ambiente.
Perfil del consumidor
Como ya se ha mencionado anteriormente, al consumidor de productos usados o de segunda mano no le mueve únicamente el factor económico. Es un comprador joven, consciente e informado, que aboga por un consumo responsable y busca una buena relación calidad-precio. De igual forma, le resulta seductora la idea de conseguir piezas casi únicas o menos accesibles que las procedentes de una cadena de producción.Lógicamente, la edad ha tenido un impacto directo en los canales de distribución. Dicho de otra forma, no todos los interesados acuden regularmente a los mercadillos de pulgas o rastros. Es por ello que las nuevas tecnologías se erigen como sus grandes aliados y los marketplaces de productos de segunda mano se han convertido en nuevos espacios virtuales donde potenciales compradores y vendedores interactúan sin límites espacio-temporales.
Ropa y artículos de lujo entre los más deseados
La compraventa de segunda mano de algunos productos como automóviles o viviendas lleva ya siendo algo normalizado en casi todos los países del mundo. Sin embargo, son otros sectores como el de la ropa, los artículos de lujo o los teléfonos móviles reacondicionados los que han experimentado una mayor explosión de su demanda. Así, por ejemplo, el volumen de negocio del mercado de segunda mano de ropa estimado para 2021 asciende a 36.000 millones de dólares estadounidenses y podría llegar a duplicarse hasta 2025. De hecho, las prendas de ropa usada representaban de media el 9% de la composición de un armario estándar en 2020 y, según estimaciones de expertos en el sector, este porcentaje se elevaría hasta el 18% en 2030.Un caso similar es el experimentado por los artículos personales de lujo usados, cuyo mercado ha pasado de mover 17.000 millones de euros en 2015 a alrededor de 28.000 millones en 2020 o, lo que es lo mismo, más de 32.000 millones de dólares. Teniendo en cuenta que la cifra global de negocio ascendía a 217.000 millones de dólares en 2020, el segmento de la segunda mano representa aproximadamente un 15% del total de la industria de artículos personales de lujo.