El año pasado, con la irrupción del coronavirus, millones de empleados se vieron obligados a transformar sus hogares en centros de trabajo telemático. Y es que, a pesar de que la tecnología posibilitaba el teletrabajo mucho antes de la llegada de la pandemia en buena parte del mundo, solo una minoría de personas cumplían con sus obligaciones laborales desde casa. Por ejemplo, según datos de Eurostat, en 2018 solo el 4,3% de la población activa de España afirmaba trabajar habitualmente desde su hogar. En el caso de la Unión Europea, la cifra era solo ligeramente superior, del 5,2%. En cambio, en 2020, el primer año de pandemia, el porcentaje de personas empleadas de entre 15 y 64 años en España que teletrabajaron de manera habitual aumentó hasta el 10,9%, mientras que la media europea ascendió al 12,3%.
Con una cuarta parte de sus residentes empleados trabajando desde casa, Finlandia tuvo el mayor porcentaje de trabajadores a distancia de la UE el año pasado. Le siguieron Luxemburgo e Irlanda, ambos con porcentajes de teletrabajo superiores al 20%. Sin embargo, los porcentajes de ocupados que solían teletrabajar fueron mucho más bajos en algunas partes de Europa del Este. En Bulgaria (1,2%) y Rumanía (2,5%) esta forma de trabajo seguía siendo prácticamente desconocida en 2020.