El sector de drones en España y el mundo - Datos estadísticos
Hace ya algunos años que los pájaros del planeta Tierra comparten la bóveda celeste con sus nuevos vecinos, los drones. Conocidos también como aeronaves no tripuladas (UAV, por sus siglas en inglés), se han convertido en el juguete favorito de muchos tecnófilos y en la base de negocio de otras tantas start-ups en el mundo. Empresas como Parrot o GoPro han crecido a la sombra de esta nueva tecnología, registrando ingresos en muchos casos millonarios.
Los datos hablan por sí solos: más de dos millones de aeronaves no tripuladas vendidas en todo el mundo y una facturación superior a los 4.000 millones de dólares en 2016. Y eso solo en la gama de drones comerciales. Si se tiene en cuenta el segmento de los drones militares, la dimensión del fenómeno se magnifica aún más si cabe.
Como era previsible, España no podía mantenerse al margen de este huracán y cada vez más UAV surcan los cielos de la Península. No en vano, se ha disparado el número de usuarios profesionales y particulares que operan drones en el país. Según cifras facilitadas por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), son ya cerca de 1.900 los operadores inscritos, y las compañías españolas del sector manejan en su gran mayoría cifras de negocio de entre 20.000 y 50.000 euros anuales.
Pero ¿por qué resultan tan fascinantes estas pequeñas aeronaves? Desde un punto de vista práctico, los drones pueden ser usados por las empresas en infinidad de tareas que el ser humano no puede o no quiere abordar debido a su dificultad o peligrosidad, mientras que para los Gobiernos y fuerzas militares son de gran utilidad en la realización de trabajos de reconocimiento geográfico, labores humanitarias o estrategias bélicas.
El abanico de posibilidades parece, así pues, infinito. Sin embargo, no todos los especialistas del sector se muestran optimistas al respecto, ya que las leyes no parecen haber avanzado al mismo ritmo que la tecnología. Los vuelos de drones en zonas habitadas están prohibidos aún en gran parte del mundo y las autoridades se encuentran inmersas en procesos regulatorios en muchas ocasiones vagamente definidos.
¿Tecnología de altos vuelos o quimera? Las décadas venideras tienen la respuesta.
Como era previsible, España no podía mantenerse al margen de este huracán y cada vez más UAV surcan los cielos de la Península. No en vano, se ha disparado el número de usuarios profesionales y particulares que operan drones en el país. Según cifras facilitadas por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), son ya cerca de 1.900 los operadores inscritos, y las compañías españolas del sector manejan en su gran mayoría cifras de negocio de entre 20.000 y 50.000 euros anuales.
Pero ¿por qué resultan tan fascinantes estas pequeñas aeronaves? Desde un punto de vista práctico, los drones pueden ser usados por las empresas en infinidad de tareas que el ser humano no puede o no quiere abordar debido a su dificultad o peligrosidad, mientras que para los Gobiernos y fuerzas militares son de gran utilidad en la realización de trabajos de reconocimiento geográfico, labores humanitarias o estrategias bélicas.
El abanico de posibilidades parece, así pues, infinito. Sin embargo, no todos los especialistas del sector se muestran optimistas al respecto, ya que las leyes no parecen haber avanzado al mismo ritmo que la tecnología. Los vuelos de drones en zonas habitadas están prohibidos aún en gran parte del mundo y las autoridades se encuentran inmersas en procesos regulatorios en muchas ocasiones vagamente definidos.
¿Tecnología de altos vuelos o quimera? Las décadas venideras tienen la respuesta.
