El 5 de noviembre se celebraron las elecciones presidenciales de Estados Unidos, donde los ciudadanos norteamericanos eligieron quién los gobernará durante los próximos cuatro años. Aunque las predicciones anticipaban que sería una competencia muy ajustada, los resultados provisorios registrados dieron por ganador al candidato del Partido Republicano, Donald Trump, que superó la barrera de los 270 representantes del colegio electoral y obtuvo un 51% de los votos.
Un factor clave en esta victoria fue el desempeño del candidato republicano en los estados bisagra o swing states, que en conjunto aportan 94 votos del colegio electoral, representando casi un 35% del total necesario para ganar las elecciones. Aunque las predicciones señalaban una victoria clara para Trump en Arizona, Georgia y Carolina del Norte, los estados de Michigan y Wisconsin parecían, a priori, inclinarse hacia los demócratas. Pensilvania, por su parte, acaparaba la atención nacional al perfilarse como el termómetro electoral del país, con algunas proyecciones que anticipaban un empate técnico. Sin embargo, los resultados sorprendieron ya que los republicanos lograron imponerse en cada uno de los estados bisagra, consolidando a Donald Trump como el gran vencedor de la noche.
Además de superar al Partido Demócrata por cerca de cinco millones de votos en las elecciones presidenciales, el Partido Republicano consiguió una victoria en el Senado, obteniendo una mayoría con 52 escaños. Asimismo, el partido se encuentra cerca de también tener el control de la Cámara de Representantes, gracias a que hasta el momento mantiene la delantera con 204 de los 218 escaños necesarios para asegurar la mayoría en esta cámara.