Si se atiende al hecho de que la mujer en España cada día retrasa más el momento de ser madre, con los riesgos implícitos que esto conlleva, parece lógico pensar que la adopción habría de convertirse en una buena opción para cada vez más parejas. Sin embargo, las cifras muestran una realidad completamente diferente. En el último lustro analizado, el número de ofrecimientos de adopción descendió de forma paulatina hasta situarse en 1.993 en 2018. De ellos, 778 correspondían a adopciones internacionales y 1.215, a adopciones nacionales.
Llegados a este punto cabe preguntarse cuáles son los motivos que se esconden detrás de esta reducción. El coste económico, la lentitud y la complejidad del proceso burocrático se perfilan como algunas de las principales causas. Y para comprobarlo, no hay más que comparar la cifra anual de los ya mencionados nuevos ofrecimientos con las 6.981 familias pendientes de asignación, de las cuales 2.658 eran solicitantes de adopciones nacionales y 4.232 de internacionales. Asimismo, tampoco ayuda el miedo al rechazo —ya sea del niño hacia los padres o a la inversa— tras tan elevada inversión de esfuerzo, tiempo y dinero, especialmente cuando se trata de adopciones internacionales.